LOS ESPEJOS DOBLES

 

Deberíamos intentar inventar el doble espejo. Un espejo que, al mirarnos en su doble cristal, pudiésemos contemplarnos tanto en el presente, como en el pasado; imágenes distintas y a la vez complementarias, así podríamos contemplar nuestras caras el día de la victoria o el día del fracaso; podríamos volver a vernos con ese rostro iluminado o ese otro rostro perplejo ante la duda, sin encontrar salida a nuestro asombro.
 
         Esto se me ocurre precisamente, al día siguiente de las (¿últimas?)… elecciones, que a más pesar de los sufridos votantes, seguimos sin aclararnos. Por eso si existiese el «Doble Espejo», muchos políticos podrían asombrarse de los gestos, de lo que intentaron dar a conocer de su vida ficticia, de su rostro o mejor dicho de su «cara» que, por cierto, a muchos cautivaron.
 
         Seguramente nadie intentará inventar ese doble espejo. Sería demasiado dramático para muchos y demasiado feliz para otros, por eso no creo que el ser humano gaste su tiempo en esta clase de inventos; es mucho mejor dejar a la gente sin la ayuda del recuerdo; sin esa expectativa de descubrir al «fantoche» que todos llevamos dentro; después de todo, la vida nos deja que soñemos con todos los triunfos que, luego, ella misma, se encarga de arrebatarnos de las manos.
 

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