VIEJAS TECLAS
 

La escritura transversal que nos obliga a dejarnos caer sobre la máquina de escribir, como si no quedasen más razones para la vida que, dejarnos los dedos en las teclas, apenas desgastadas por las uñas que no hacen otra cosa que arañar lo inservible; lo innecesario terso; esa pintura que habla sin hablar de la palabra que vamos a escribir.

         La escritura nos demora la hora y la tragedia, cuando vamos filtrando su noticia a través del filtro que las teclas imponen al pensamiento. La agilidad consiste en no precipitarse sobre las palabras, sin antes haber visto el total de la frase, la angustia del dolor, lo bello del paisaje, lo rudo de esa historia o ese amor sin amor que siempre se demora, antes de dar su nombre a los caprichos de la prosa.

         No esperemos a que llegue la desesperación a nuestras manos para cantar sus músicas, porque con ellas, vamos confeccionando sus letras al tiempo que escribimos nuestros miedos; la razón es la misma: necesitamos saber el final, para escribir el principio; necesitamos sabernos de memoria, aquello que los días dijeron de nosotros, para que nadie escriba las tristezas y las deje caer entre las viejas teclas, gastadas por la vida.

 

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