LEÓN Y MARIPOSA


Sobre el león que ruge, la frágil mariposa reduce su cansancio, posando en la melena el delicado impulso de sus alas de viento. La luz, intencionadamente, distorsiona el reflejo sobre el árido suelo, no sea que, el león, adivine su carga de míticos colores.

         Así la vida inventa, reflejos olvidados, para que nos distraigan el color de los días; esas viejas preguntas que nunca realizamos, a pesar de sabernos responsables del miedo. Carentes de esperanza, nos guarecemos solos entre violencia y mito; nos dejamos llevar, camuflados y ebrios de tanta soledad, cuando nos llena el rostro la caricia sin mano de un recuerdo fugaz del vuelo que tuvimos.

         Desnudos y en silencio, volamos confundidos entre leones solos; ellos apenas saben del color de las alas que batimos discretamente unidos por el ruido de fondo; esperan que la presa se pose en sus melenas para escapar del ruido, y esto no es posible; el «ruido» es lo que oculta, la voz de los silencios.

 

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