ACORDE EN DO MENOR

Desoigo el saxo a mis espaldas, mientras la lluvia cae con la precisión del lápiz en el dibujo intermitente. Un órgano Hammond atraviesa los sentidos con sus síncopas y acordes encadenados. La luz ya no es precisa ante el ocaso; es la música tal vez lo que embriaga sin alcoholes, ni humos, ni palabras envolventes.
         La mente reproduce lo que queda de absurdo en la palabra. Da luz al silencio y me otorga la abstracción; ese lugar sin límites donde se recupera lo perdido; aquello que el olvido dio a la orfandad, mientras la tarde ardía en su infinita propuesta de cansancios y horas por medir.
         Soy un simple acorde en Do menor, donde un bemol acosa ese «mí» posesivo, que no es confirmación de que todo sea cierto. Y todo o casi todo, crece y se desmorona a la vez, como si no quedase nada más por hacer. La luz realza el brillo de las cosas, mientras mis ojos buscan ese azul imprevisto, entre tormenta y vida.
 

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