LA NIEBLA 
 
De la niebla extraen los diciembres el agua de sus vasos, la ceremonia gris de la tristeza, el retorno de fríos continentes sobre la soledad de las palabras. 
Entre la niebla escapan los abrazos de los cuerpos desnudos, como si no supiesen encontrar la tersa tirantez de la memoria, hablándonos de fuegos que un día nos quemaron detrás del horizonte. 
De la niebla, no escribas el poema que pensabas decir cuando la noche sola te mirase a los ojos y no encontrases más que una triste mirada, queriéndose escapar por las esquinas rotas del marco del espejo. 
La niebla, quizá no exista. El olor de su sangre, nos hace recordar lo que no vemos; el ocaso fugaz de una palabra, antes de pronunciarse.
 



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