CALLES VACÍAS
 
 
Las calles vacías se adueñan de los ojos como un vidrio de colores. La ausencia de vida, nos hace sospechar la irrealidad del mundo, ese acorde imperfecto que suena en la sinfonía, haciendo que nos repulse su disonancia extrema.
 
         Las calles, esas venas que tienen las ciudades, ayudan a comprender la salud de los pueblos; hoy —lo sabemos por nosotros mismos—, quedan pocas ciudades con «salud»; por eso cuesta trabajo comprender la recuperación del enfermo, el trabajo de dar vida a las calles vacías; dar vida al cuerpo irreconocible de las ciudades.
 
         Estas calles vacías nos anuncian la voz de los sintecho. Ahora se ve lo incierto como una disyunción de lo correcto; observamos las calles sin su vida, y vemos preocupados, la importancia que tiene prever lo imprevisible.
 


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