MÁSCARAS SIN CARNAVAL
 
 
Acuciante silencio el de las horas vagas. Las ciudades pernoctan de día y de noche en sus calles vacías de vida y de acontecimientos, como si aún estuviese puesta la cinta para su inauguración. Los pueblos aún están por disfrutar después de sus tragedias; aún están por volver a ser esa vida que llenaba de vida las calles y los negocios.
         Estamos enjaulados, por el bien de todos. Somos prisioneros de nuestra propia ignorancia, de nuestra propia suerte, al saber que existimos; que somos fruto del último suspiro de la noche: Máscaras sin Carnaval, que ayude a la diversión, al olvido de los problemas; a la transformación de las personas en personajes.
         Me temo que el día en que se abran las compuertas del mundo, habrá que salir despacio, muy despacio, no sea que los abrazos y las preguntas, nos vuelvan a traer la sinrazón del miedo.
 


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