LA  FRÁGIL  EXACTITUD  DE  LA  PALABRA 

 

Queda el silencio rezagado a las afueras del día, con su discurso dormido de muertes inútiles en las páginas abiertas que los vientos desordenan en los parques. 

Las letras rebosan toda su tinta entre palabras que no reconocemos, justificando al hombre y sus delitos, como esa maldición que escupe su estiércol en la dormida quietud de los infantes. 

Nace el grito, y en su ahogo de salivas, muerde trozos de corazón que los hombres escondemos para cuando llegue la hora definitiva. Y ésta es, pesadilla que amarra el día y sus cosechas, a ese carro que cruza y cruza infinitamente, ante la vista cansada de buscar la frágil exactitud de la palabra.


 

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