NUESTROS SILENCIOS Nos han ficcionado la vida. Creemos saber que conocemos todo lo previsto e imprevisto de la vida, y, ahora mismo, nos están descubriendo que, la vida, no es lo que conocemos, sino lo que están comenzando a elaborar, para que puedan hacer con nosotros, ese rebaño dócilmente arrepentido, de haber nacido entre los débiles; ellos que nada tienen que ver con los fuertemente armados de dureza incuestionable, ante la certeza de lo que nos espera; prisioneros sin prisiones, la vida va esculpiendo en los abrazos, esas formas irregulares de una danza que obliga a conseguir la inmunidad del ocio. Personajes adversos, hacen de nosotros la ligadura inversa, donde nadie escapa a lo previsto; ese juego de obscenos paroxismos, donde el deseo encuentra lo “sublime” dentro de las pantallas, que ocultan las verdades en su negrura incierta. De todo lo previsto, solo queda el reto innecesario de la espiral sin suerte; esa fórmula maldita, donde caemos todos después de la tragedia. Nadie nos da esperanza de saber sobrevivir a lo que el fuego inventa entre sus llamas, lo fácil de esconderse, adolece de invento; el ser humano es fiel a lo que dicen, aunque no corresponda con su “oficio”, la voz, ya no recuerda los principios de un mundo incuestionable; la voz, intercambió mudez por ilusiones, mientras el mundo enseña las imágenes precisas, para el doblez primario de los débiles. Queda poco de cierto en lo que vemos, y, mientras somos fuego, el viento no comprende adónde llevará nuestros silencios.

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