TROZOS DE CORAZÓN

EN LO ESCRITO queda a veces, trozos de corazón que nadie olvida. No se escribe para decir memorias ni anhelos, se escribe, para hacer realidad el sueño que nos brota día a día, como planta que se nace de la simiente de un deseo inexplicable; nace, de aquello que la vida va guardando como secreto viejo, en el cajón que abrimos cada mañana antes de comenzar la lucha; ahí guardamos lo que el tiempo reconoce como nuestro. Al escribir, caemos en la duda de no reconocer si el tiempo guardará los minutos en un cofre desnudo, o si, al contrario, será la vieja luz que deslumbra y anima a caminar. El olvido nos crea la pasión y el enfermizo gesto de no reconocer lo que buscamos, sin antes haber visto, la luz en los cristales de la ventana cierta; esa luz, que nos ata memorias de un pasado cargado de futuros que nunca conquistamos. El olvido se hace fatal escrito, cuando intentas crear lo que soñaste, sin antes comprender la voz lejana. Trozos de corazón nos comprometen a poner la verdad entre las nubes que ocultan viejos soles. Nadie crea que el silencio nos hace vulnerables; la vida es un silencio que nos habla, dejándonos morder en la manzana que nos hace guardar otros silencios.

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