VENCEJOS

 


 

Dan vueltas los vencejos en las curvas sin voz de la mañana. Agreden el aire limpio, como la voz de un grito, y solo son mirada en el espacio quieto de un sol sobrevenido de lo oscuro. Aderezan lo frágil de la vista, con esa exactitud que su pincel conforma en el espacio abierto; son como una pluma que volase hasta el centro del mismo silencio, esa abreviatura fácil que la memoria guarda para las ocasiones, donde nada se encuentra en su escondite cierto.

Me abruman, cuando los veo cruzarse rozando la esquina de mi casa, el balcón de mi calle o el cristal sin cristal de la ventana abierta; pienso que van a entrar en mis cuadernos solos, y en ellos van a escribir, aquello que no encuentro en la quieta mañana, que el calor mitifica en lo nombrado etéreo.

 

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