ESE
CLARO-OSCURO SUEÑO
¿Qué queda de lo humano
que fuimos aprendiendo cuando la noche ardía? ¿Qué queda del reloj sin horas
dulces, cuando amábamos todo aquello que no éramos? ¿Qué queda de aquellos
días, con nuestros padres solos, ante la dignidad de ser familia? Poco queda.
Hemos ido cambiando las horas por los precios; el dolor por
la suerte; la dignidad, por la inútil «tendencia»; el paso silencioso, por el
ego del vuelo; la frágil servidumbre, por la cárcel de lo ¡Nuevo!, y el tiempo
de los cuerpos, por la falta de tiempo.
Todos somos culpables, por dejarnos convencer por una
sociedad que no comprende felicidades nuevas, sin antes proponer, ese artículo
nuevo que «no» necesitamos. Somos culpables de creer que, la vida, nos hace más
felices, cuanto más avanzamos, y no es así; toda felicidad encierra un
claro-oscuro sueño; de nosotros depende saber utilizarlo.
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