VIEJA
LECCIÓN
Si reconocemos que el mundo
escapa a nuestro intento de abrazar sus recursos que no nos son ajenos,
aprendamos al menos, esa vieja lección que se repite de siglo en siglo: «Sólo
estamos aquí, para dejar que el tiempo cruce sobre nuestros cadáveres, sin más
razón que haber vivido».
Nuestra pequeña insensatez, se agranda y desmesura, cuando
caemos en la tentación de andar sobre los bordes del abismo, creyéndonos lo
suficientemente fuertes, como para saber caer como los gatos, y no es así; no
tenemos la astucia ni la verticalidad que el gato tiene, además, nuestra
inteligencia deja de razonar, cuando el miedo se transforma en posesión.
Esa vieja lección, debería bastarnos para comprender por qué
la ingenuidad nos acompaña siempre cuando estamos delante de la Naturaleza; nos
creemos audaces y soberbios, cuando la sombra de sus pasos detrás de nosotros,
puede hacer que quedemos, como esa hormiga sola que, sin querer, pisamos.
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