INTERIOR DEL POEMA 
Todo poema es muerte preanunciada, vida sin recompensa que nos hace sentir la claridad perfecta que la palabra encierra en su caverna oscura. Todo poema es vuelo, porque nosotros somos los que adoptamos el comienzo y final de los idiomas; la simple decisión de hacernos daño, con palabras ajenas.
         Ceremonia o destino, el poema nos habla mientras vamos cansando nuestros pasos, nos hace abreviaturas de lo que el tiempo escribe, dice palabras rotas, mientras acercamos la vista a los andamios de su «obra» maldita. Así vagamos solos, por la noche sin rostros; sin personajes locos; sin Césares corruptos, que cuentan sus poemas, ante los Jueces limpios.
         Todo poema tiene adentro otro poema que ensordece la vida que el poeta le presta. Acércate a leerlo, y así conocerás el rostro inacabado que el poeta se escribe desde siempre, para que conozcamos la palabra precisa donde esconden las sombras, ese idioma —desolación o ruego— que apenas conocemos. Su interior es la muerte que acaba por decirnos todo lo que el poeta se lleva de la vida, eternamente solo.
 

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