Culminación y olvido; persona o laberinto; página o
tinta seca. Todo recreado hasta la saciedad, reproducido en el color que quema
y rompe la moldura, para que no se copie la exactitud del rito.
Apuesta tras apuesta, te conviertes en la última
raya del cuaderno, dejas que la hora pase, que el vértigo destruya el
pesimismo; que la distancia hable desde su lejanía, para que no la escuches.
Fulgor o miedo; suerte o precipicio; soledad o música.
Nada, desde la nada rota del cansancio, desde la prontitud o la grandeza, o esa
terquedad despreocupada en lo pequeño; en aquello que apenas nombrado es,
cuando los nombres son pronunciados y nadie los reconoce.
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