CAE LA TARDE

 
 

Cae la tarde sesgando la voz que arde con su llama o sonido último en ese precipicio, donde el amante dibuja todo con su muda caricia. Lenta suavidad de inverosímiles tactos que nadie se atreve a perturbar. 

Lejos, el vuelo destruye la pereza de unos ojos cansados de atrapar color y muerte, desde esa ventana que no arroja su luz a ningún patio. 

Y cae la tarde. Y el amor que la tarde desprendía, anubla los corazones que el deseo precipitó entre los muebles; llenos de silencios y gritos desesperados, que al silencio vuelven.

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