EN LA HISTORIA DE MANZANARES, hablar de San Antón, es hablar de la tradición que, los llamados “santos viejos”, han ido incorporando con el paso de los años a la vida de esta ciudad. San Antón, si cabe, tal vez con mayor razón, ya que nos encontramos, sino en la más antigua, sí en una de las más antiguas ermitas de Manzanares, y yo que tantas veces he nombrado a La Mancha como un mar de tierra seca (que, en realidad, poco más o menos, es lo que quiere decir su nombre), hoy, me interesa recordar que, por suerte, nos encontramos bien embarcados. La ermita de San Antón, siempre me ha parecido un gran barco encallado en esta plazoleta o mar desnudo de oleajes, con su enorme proa dispuesta a romper el horizonte altivo de la sierra de Siles; y a partir tierra adentro en busca de aventuras y silencios imposibles. Sin embargo, su esbelta estructura, no se ha movido ni un solo centímetro desde que por primera vez la contemplé de niño. Aquí nos lleva años y años, arrancando miradas al cruzar por la esquina de Jesús del Perdón; como si un hechizo o trampa nos hiciese torcer la cabeza, para saber que aún se encuentra en su sitio vigilante y altiva; como siempre.
(Fragmento de mi Pregón, leído el día 15 de enero de 2007)
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