APOLOGÍA DEL FUEGO

 


 

De la palabra, pasamos a los hechos, y convertimos todo en cenizas y en humo. Somos la soledad de lo creado, haciendo de lo frágil la última palabra de lo humano; ese color sin suerte que deprime y abrevia la soledad del mundo. Nos dieron la conciencia, para dejar de ser desaforada lágrima, nos fueron matizando los porqués de la vida, mientras nos obligaban a conocer la “ciencia” por la que todo existe, y, así fuimos creciendo en virtudes y adornos que nos hicieron ver, la apología del fuego.

Somos lo que sabemos, y nunca nos cansamos de buscar los caminos por donde nadie cruza; después de todo, el final es el mismo: un tiempo que nos hace vivir a contra mundo, y, un signo que nos borra del tiempo, esos pasos que apenas fueron tiempo, en un mundo cansado de lo incierto.

 

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